En eso que durante los últimos días del mundo, el último gran mago que el planeta conocería descubrió que el poder más grande residía en los deseos verdaderos de un alma pura e inocente. Esa alma era un muchacho amante del bien, la igualdad y, además, enamorado de otra muchacha de su misma edad, pelo oscuro, ojos profundos de cuarzo negro y piel fina y suave, como de seda.
Así, el gran mago le preguntó al muchacho que respondiera a una simple pregunta: Teniendo en cuenta que el mundo, todo aquello por lo que hemos luchado durante miles de millones de años, todo aquello que conocemos y amamos está a punto de morir, dime, sin más tapujos y a mayor brevedad posible, cuál es tu mayor deseo? La respuesta, condenó al mundo, eso sí, el muchacho murió feliz, pues ésta fue
su respuesta:
- Amo al planeta, quiero a la raza humana y me encantaría que todo esto tan bello se salvase. –reconoció el muchacho- Aun así, lo único que deseo antes de morir, es ver su (refiriéndose a la muchacha de pelo rizado) pulcro rostro adornado con una de sus amables y cálidas sonrisas.